16 May ¿QUÉ HAGO SI TENGO ANSIEDAD?
ANSIEDAD
En la actualidad el número de casos diagnosticados dentro del conjunto de trastornos de ansiedad es un problema que, lejos de disminuir, va en aumento y con tendencia a multiplicarse en los próximos años. Hasta el momento, los intentos por avanzar en el campo de la farmacología se ven abocados al fracaso por la propia filosofía del efecto terapéutico que antepone los síntomas al problema de raíz, obligándonos a mantener tratamientos de por vida, que en la mayoría de los casos nos hacen dependientes del medicamento. No son pocas las veces que en consulta nos hablan del efecto que genera la media pastilla de lorazepam cuando se empieza a anticipar una crisis de ansiedad: “ me tomé la pastilla y empecé a notar que me encontraba mejor..”. Desgraciadamente, el efecto placebo fue superior al efecto farmacológico, ya que, este aparece pasados entre treinta y cuarenta minutos después, cuando ya estamos en otro contexto y nuestra crisis desapareció hace tiempo. Esa misma filosofía es la que nos lleva a abordar el problema de manera equivocada, esa equivocación alimenta la creencia de que la ansiedad es una enfermedad y que podemos eliminarla del repertorio de recursos filogenéticos que el ser humano posee. Cuando alguien me llega a consulta y me dice que necesita quitarse la ansiedad tengo que empezar a cambiarle la mentalidad para poder empezar a trabajar de manera adecuada; ¿ como le voy a quitar la ansiedad, si esa ansiedad es inherente a nuestra existencia?, es como si alguien me dice:… necesito que me quites el hambre o, necesito que me quites el sueño o la capacidad de enamorarme o de reirme cuando algo me resulta gracioso… Si atendemos al correlato fisiológico del mecanismo cerebral de la ansiedad nos damos cuenta que ni aún extirpándonos la “ amígdala”, núcleo basal del cerebro, considerado el centro de operaciones de la reacción que se genera en nuestro organismo, somos capaces de no sentir ansiedad o para que nos entendamos mejor, no sentir miedo.
COMO ACTUA LA ANSIEDAD
Llevamos décadas demonizando el concepto de ansiedad, como si se tratase de un mal que nos ha invadido el cuerpo y del que somos incapaces de deshacernos. Como algo tan negativo que no nos deja vivir y que termina por dirigir nuestras vidas y, ¿ que hay de verdad en esto?, pues poca cosa, ni es tan negativa ni tenemos que deshacernos de ella. Según las referencias de la Psicología Cognitivo-Conductual, los problemas que engendramos en nuestro día a día se deben a un procesamiento erróneo de la información y, ¿entonces si cambiamos esta reatribución negativa sobre el concepto y lo consideramos como algo que poseemos, e incluso con efecto positivo, tal y como lo hacen los que se suben a una montaña rusa para después caer a gran velocidad o los que se meten en una sesión de cine de terror, no solo de forma voluntaria, si no, además para disfrutar de nuevas sensaciones?; esta atribución nos hará verlo totalmente distinto; es el pensamiento el que provoca la emoción mucho más que el suceso real en sí. Efectivamente, según la Teoría de Marcos Relacionales nuestro cerebro configura un contexto determinado en torno a una palabra, y el contexto de ansiedad se ha configurado como algo perjudicial , incluso, como una enfermedad. Esta forma de contextualizarlo es errónea, ¿ intencionadamente?, pues no sabemos, pero eso sería materia de otro debate, pero lo que si sabemos es que no estaríamos aquí si no hubiese sido por esa ansiedad; gracias a ella, nuestros antepasados conseguían poner en marcha un mecanismo de supervivencia tan rápido y efectivo que hacia que cuando eran perseguidos por un león tuviesen la capacidad de subir a un árbol con efectiva destreza y sin haber utilizado ningún mecanismo racional que les hiciese perder tiempo, o mejor dicho, vamos a llamarlo ahora, para que nos entendamos, gracias a la capacidad de tener miedo para poder sobrevivir, por eso precisamente sobrevivieron los más miedosos y esa amígdala de antes, cada día ha ido creciendo y ha sido más eficaz a medida que la selección natural les mantenía vivos generación tras generación.
En nuestros días, la referencia con la que tenemos que abordar la ansiedad o, el miedo, ha de ser corregida. No nos podemos desahacer de ella, no nos lo tenemos no podemos quitar, ni nadie nos lo tiene que quitar, ni ninguna pastilla tampoco, se trata más bien, de convivir con ella, de cambiar la polaridad de nuestra atribución, de aumentar la capacidad de controlar tan rico recurso, recurso que nos permite reaccionar cuando un objeto viene lanzado hacia nosotros o frenar en menos décimas de segundo para no estrellarnos con el coche o aumentar nuestras condiciones físicas cuando tenemos que huir de alguien que nos ataca en cierta medida es igual que en nuestros antepasados y lo seguirá siendo en tiempo futuros.
Ya lo dije antes, es el pensamiento quien provoca la emoción, cambiemos el pensamiento y cambiaremos dicha emoción.
Juan Manuel Garcia Martin
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